Cuando yo era solo un niño me encantaba apoyar a las personas, ayudar a mis amigos e incluso trataba de ayudar a los adultos. Desde pequeño quise ser un conferencista motivacional, escuchaba cintas de audio de motivadores y me veía a mí mismo, imaginaba, soñaba que yo estaba en el escenario hablando, motivando, apoyando a miles de personas a superarse y ser mejores.
Es decir, desde niño quise ser un conferencista y dar asesorías y servicios como coaching empresarial y personal, aunque en ese entonces yo ni siquiera conocía el concepto, pero lo que imaginaba, lo que soñaba hacer es exactamente lo que hoy hago: ser un coach. Pero el camino no fue fácil. Nunca lo es.
Ser un conferencista estaba en mis sueños, pero solo era eso, un sueño. Siempre fui un niño muy tímido, el más callado de mi generación, me daba miedo hablar en público y me aterraba que algún profesor me pidiera pasar al frente del salón de clases y hablar. En ese entonces yo estaba convencido que jamás sería un conferencista porque no tenía el valor de pararme frente a un grupo de personas y nunca lo tendría.
Mis sueños de dar coaching empresarial, de ser un gran conferencista y motivador, se terminaban cada vez que yo dejaba de soñar y regresaba a mi realidad. Y el miedo se apoderaba de mí.
De esta forma mi vida transcurrió y mi sueño se fue desvaneciendo, deje de ser un niño soñador para convertirme en un adolescente cualquiera y después en un adulto con una vida aceptable, un empleo regular y una familia.
A mis 29 años llegó uno de los mejores momentos de mi vida: fui padre por primera vez. No obstante, justo cuando Bernardo, mi primer hijo nace, la empresa para la que laboraba realizó un recorte de personal y yo fui uno de los desafortunados que perdió su empleo.
Mis preocupaciones para solventar los gastos de mi familia, por darle a mi hijo y a mi esposa todo lo que necesitaban crecían cada vez más; mis pocos ahorros su fueron terminando, los gastos en la casa fueron incrementando y yo no podía encontrar empleo.
Después de tocar puertas y buscar sin parar empleo por varios meses, una empresa al fin me brindó la oportunidad de ser parte de sus filas. A partir de ese momento mi vida cambió.
Yo estaba comprometido con la empresa y daba todo de mí para ser el mejor empleado, pero al mismo tiempo, renació en mí la intención de crecer como persona y ser humano, la idea de superarme a mí mismo y comencé de nuevo a soñar con ser un conferencista y motivador.
Mi primer paso fue, por supuesto, aprender a hablar en público. Empecé a buscar a alguien que me ayudara a superar mis miedos y me enseñara a hablar en público. Al principio fue muy difícil porque yo quería clases privadas (me daban miedo las clases grupales), pero un día me armé de valor y me inscribí a un programa para hablar en público.
Tristemente, fracasé. No pude superar mi miedo a hablar en público, cada vez que tenía que pararme y hablar me petrificaba, el miedo me invadía y yo, aterrado, no podía emitir palabra. Terminé dejando el programa.
Cuando parecía finalmente resignado, por una mera casualidad, conocí a un life coach, una persona muy agradable con quien entablé una amena conversación que en algún momento nos llevó a hablar de nuestras vidas. Yo no tenía idea de lo que eso significaba, pero investigué lo que un life coach hacía, cómo trabajaba, cuáles eran sus objetivos. Quedé fascinado. En ese momento de mi vida fue cuando dije: quiero ser un coach.
Desde luego, contraté a un coach para que me ayudara a entender mejor su labor y me apoyara en el camino para certificarme como coach. Comencé con mis primeras sesiones por las noches, después de mi horario de trabajo, pues tenía una familia a la cual mantener. Fueron meses de mucho trabajo, de sacrificios físicos y emocionales, pero todo por un sueño y una misión.
A partir de este punto, mi vida se transforma de nuevo hasta llegar a ser lo que es hoy. Mi mentalidad cambió por completo, adquirí una gran seguridad en mí mismo y al fin tuve el valor para hablar en público.
Llegó el momento en el que tuve que tomar la importante decisión de dejar mi empleo para iniciar el sueño que tuve desde que era niño y realizarlo al 100%.
Al fin estaba listo para motivar a las personas, para dar conferencias motivacionales y apoyar a las personas a superarse y ser mejores. Comencé a tener mis propios clientes, comencé a dar coaching empresarial y personal, con el tiempo inventé y diseñé el concepto de las COACHferencias, conferencias con un enfoque diferente para apoyar a las personas a cambiar su mentalidad, aumentar sus resultados y potenciar su desempeño.
Ser coach implica pensar como coach, trabajar como coach y apoyar a las personas como coach para que estas logren sus metas personales y profesionales, y eso es lo que yo hago e impulso a otros a hacer.
Hoy estoy viviendo el sueño de mi vida, cambié mi mentalidad, enfrenté mis miedos y ahora disfruto cada momento que estoy frente al público.
El niño tímido que era sigue estando dentro de mí, pero es precisamente eso lo que me impulsa todos los días, lo que me ayuda a recordar que nada ni nadie podrá detener mi voluntad para lograr lo que quiero y eso es justo lo que trato de transmitir al público: la voluntad para lograr todo lo que se propongan y sueñen.
Cada vez que una persona se acerca a mí después de una COACHferencia, seminario o sesión de coaching empresarial o personal y me da las gracias, nace en mí un nuevo impulso que me da la energía y motivación necesarias para seguir con mi labor como coach y seguir inspirando a la gente a volver posible lo que parece imposible.
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